El Alzheimer, generalmente asociado con la vejez, también puede afectar a adultos jóvenes, aunque es menos común. Este trastorno neurodegenerativo puede presentarse antes de los 65 años, e incluso en la temprana adultez, como lo demuestra el primer caso documentado en una mujer de 55 años. Aunque las manifestaciones en jóvenes y en ancianos comparten características, existen diferencias que sugieren que podrían ser variantes de la misma enfermedad.
En los ancianos, el Alzheimer se manifiesta principalmente con pérdida de memoria y deterioro progresivo de otras funciones cognitivas. En el cerebro de estos pacientes, se observan placas seniles y ovillos neurofibrilares. En los adultos jóvenes, sin embargo, la enfermedad tiende a manifestarse con problemas en funciones ejecutivas, visuoespaciales y motoras, con menos afectación de la memoria. Estas diferencias se deben a la distinta distribución de las placas y ovillos en el cerebro, donde el hipocampo, clave para la memoria, suele estar preservado en los jóvenes.
La causa del Alzheimer en jóvenes no se relaciona con el envejecimiento natural, sino con mutaciones genéticas que provocan la acumulación de proteínas y la formación de placas seniles. Aunque estas mutaciones son raras, algunas pueden ser hereditarias, pero en muchos casos, el Alzheimer en jóvenes parece surgir de una combinación de factores genéticos y ambientales que causan estrés oxidativo en el cerebro.
El tratamiento para el Alzheimer en jóvenes es similar al de los mayores, pero con la ventaja de que los jóvenes pueden participar en más actividades terapéuticas. Es esencial mantener las actividades diarias y la autonomía el mayor tiempo posible para preservar las funciones cognitivas y ralentizar el avance de la enfermedad. La estimulación cognitiva, aunque no puede detener la enfermedad, es clave para mejorar la calidad de vida del paciente.
Dado que el pronóstico del Alzheimer en jóvenes suele ser más desfavorable, con un declive cognitivo más rápido y severo, es fundamental que los pacientes y sus familias planifiquen para el futuro. Esto incluye la gestión de aspectos económicos, legales y médicos, para cuando el paciente ya no pueda tomar decisiones por sí mismo. Maximizar las habilidades que el paciente aún conserva es crucial para mejorar su bienestar y calidad de vida.