En qué consiste la MAGDALENA DE PROUST? Y qué relación tiene con el sistema límbico?

La psicología, así como otras disciplinas, ha bebido de la literatura, con sus múltiples historias y personajes, para denominar a ciertos trastornos. El concepto que abordaremos esta semana es el de la Magdalena de Proust, pero también hay muchos otros. El Complejo de Edipo que proviene de la tragedia griega Edipo Rey de Sófocles donde el personaje principal Edipo, sin saberlo, mata a su propio padre y se casa con su madre. Sigmund Freud adoptó este concepto para describir un conjunto de emociones y conflictos infantiles que, según él, influyen en el desarrollo psicosexual. También tenemos el Síndrome de Peter Pan, inspirado en el personaje creado por J.M. Barrie en Peter Pan, un niño que se niega a crecer y enfrentar las responsabilidades de la adultez. En psicología se utiliza para describir a adultos que evitan las responsabilidades y se resisten a madurar, a menudo buscando mantener un estilo de vida juvenil.

La Magdalena de Proust viene del libro “En busca del tiempo perdido» («À la recherche du temps perdu») del escritor francés Marcel Proust datada de 1913. En él, el protagonista se prepara para comer y degustar una magdalena recién horneada. En el momento en que moja la magdalena en el vaso de té caliente y se lo lleva a la boca, le sobrevienen recuerdos de cuando era niño en casa de su tía Leonie. Unas imágenes que no recordaba y que son el punto de partida del libro.

La psicología por lo tanto ha acogido este término para hacer referencia a la relación y asociación que hace el cerebro de forma automática e involuntaria cuando a partir de una percepción (sobretodo olfativa) sobrevienen imágenes y recuerdos que tenías en un principio olvidados.

Por ejemplo cuando estás en una fiesta y de repente ponen la canción de moda de cuando tenías 18 años y no parabas de escuchar. En ese momento parece que te transportes a esa época y recuerdes todo lo que hacías mientras se oía esa canción (experiencias, cosas buenas, malas…). Tu no pensabas conscientemente en tu adolescencia o adultez temprana sino que te sobrevino a raíz de un estímulo externo. De la misma manera que por ejemplo cuando estás en el metro y hueles la colonia que se ponía tu padre y en ese instante recuerdas anécdotas relacionadas con él.

La zona cerebral encargada de desbloquear recuerdos que parecían estar olvidados es el sistema límbico, un sistema compuesto por el tálamo, el hipotálamo, la amígdala y el cuerpo calloso: El tálamo es el encargado de percibir los distintos estímulos del exterior antes de enviarla a otras zonas cerebrales como es el hipocampo. El tálamo hace de filtro. El hipotálamo gestiona a nivel fisiológico la expresión emocional. El hipocampo por su parte es absolutamente necesaria para poder tener recuerdos. Es allí donde se almacenan y más tarde podrían pasar a la memoria a largo plazo. Relacionado también encontramos a la amígdala que es la encargada de la emociones y en su correcta gestión emocional.

Extracto del libro:

Este es un extracto del libro: «Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en, mucho, y no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no está en él, sino en mí. El brebaje la despertó, pero no sabe cuál es y lo único que puede hacer es repetir indefinidamente, pero cada vez con menos intensidad, ese testimonio que no sé interpretar y que quiero volver a pedirle dentro de un instante y encontrar intacto a mi disposición para llegar a una aclaración decisiva. Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país oscuro por donde ha de buscar, sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar? No sólo buscar, crear. «

El ser humano es capaz de recordar hasta 10.000 olores diferentes, de los que retenemos tan solo un 35%. Esto hace que sea un sentido muy importante (aunque no tanto como el de los canes). Uno de los marcadores que indican que una persona puede tener una enfermedad degenerativa como el Alzheimer es justamente esa pérdida a la hora de captar olores que anteriormente sí hacían. Se ha visto que las áreas dañadas en estos casos son el hipocampo (estructura que ya hemos visto anteriormente). En INA Memory trabajamos a nivel cognitivo con rehabilitación neuropsicológica así como a nivel sensitivo con la Sala Snoezelen (dónde se trabajan los sentidos de forma independiente).

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